Un escenario casi preparado para empezar la función. Desde el foro, entre bambalinas, deambulando entre instrumentos y atrezzo, llega el bailarín en un paseo nostálgico y melancólico. Es Amargo. Sólo. Allí se encuentra con el regidor, su viejo amigo, y como si de un sueño se tratara todo se pone en marcha. Los músicos empiezan a tocar y Amargo a bailar: la ensoñación se convierte en realidad, en danza, en pasión, en flamenco. Amargo en su estado más puro, intimo y personal, ha querido trabajar sólo con la emoción, para dejarse la piel y el alma. Intenso hasta la extenuación, valiente y desgarrado, rodeado de brillantes músicos y cantaores.En «Solo y Amargo» se desnuda de adornos y artificios para dar rienda suelta a su talento desbordante, mucho más allá del flamenco, que no deja a nadie indiferente, despertando la emoción a todo tipo de público.